lunes, 25 de noviembre de 2013

A veces me pierdo y no logro encontrarme. A veces siento que me cuesta volver.

jueves, 2 de diciembre de 2010

3 años...

Hoy quería escribir algo, pero durante el día no pude mas que pensar en recuerdos tristes, feos. Y no quiero escribirlos.

Es interesante cómo funciona la mente, porque a veces un comentario nos hace pensar en algo que vivimos quizás en nuestra niñez. Cosas que ni sabemos que recordamos, pero que están guardadas en la memoria. Ahora, cuando uno intenta pensar algo al azar, pareciera ser que no tuviéramos recuerdo alguno.

Hoy quería escribir alguna anécdota feliz, pero me quedé encasillada pensando sólo en 3 cosas; esas que más extraño: su perfume, ese que sentía cada vez que me daba un cálido abrazo; el huequito de su sonrisa; y el beso de "hasta mañana, que sueñes con los angelitos" que me daba antes de ir a dormir. No son muchas más las que en este momento en particular recuerdo. Sí son más las que quisiera ver, escuchar, sentir una vez más, claro.

Ya van 3 años, mamá. Ayudame a seguir creciendo como hasta ahora ^__^

jueves, 30 de septiembre de 2010

Marcas

Tendría cuatro o cinco años.

Recuerdo que ese día había venido a este parque con mi mamá. Ella trabajaba en el hospital de ahí en frente, y a veces tenía que hacer trámites. Seguro que la había acompañado para algo así.

Antes era diferente esta parte. Había unos juegos para chicos; de esos en los que uno puede treparse subiendo una especie de escaloncitos, y en un lado tienen un tobogán, una especie de caminito, el tubo como el de los bomberos... ¿te lo podes imaginar? Estaba re bueno.

Me acuerdo que yo estaba jugando, y quería seguir. Pero mi mamá se quería ir. Y me repetía una y otra vez que nos teníamos que ir. Hasta que se cansó y me dijo "bueno, vos quedate jugando, yo me voy".

En el momento no le creí. Una vez más trepé por los escalones y desde arriba, giré mi cuerpo hacia ella y la observé.

-No se va a ir; no me va a dejar, pensaba.

Pero ella seguía caminando. Entonces, me afligí.

Le empecé a gritar que me esperara, que no se fuera.

No quería quedarme sola.

Ella seguía caminando.

-¡Mamá!


Bajé del juego, y empecé a correr tras ella.

Como iba viendo su espalda, no prestaba atención a dónde pisaba. En un momento, tropecé, y me caí. El suelo, al menos en esa parte, era de tierra. Así que voló bastante polvo.

Me acuerdo que levanté mi vista para ver si ella había notado que me había caído, pero no. Ella seguía caminando, alejándose de mí.

Rápidamente me puse en pie, y volví a correr tras ella.

Tengo impresa en mi memoria esa imagen, de su espalda alejándose. En su momento me parecía que se alejaba de mí con rapidez, pero en realidad me parece que iba caminando lentamente. Son distintas las percepciones de los chicos.

La alcancé recién cuando ella llegó al cordón de la vereda. Ahí se detuvo a esperar que cambiara el semáforo para poder cruzar la calle.

-¡No me esperaste!, protesté.

-Te dije que nos teníamos que ir, pero no me escuchaste; vos seguiste jugando sin darme bolilla, me contestó.

Y entonces noté algo extraño.

-Siento algo en mi pierna, dije.

Miré hacia abajo, y ví un hilo rojo que bajaba por mi rodilla izquierda.

-¿Pero, qué? Ma...

Con mi mano derecha toqué su brazo izquierdo, intentando llamar su atención.

-Ma, mirá, ¿qué...?

Recuerdo que su semblante cambió completamente. Una mezcla de enojo y preocupación invadieron su rostro.

-¡Te lastimaste!, gritó.

Me había cortado con un vidrio, y no me había dado cuenta.

Inmediatamente, me tomó del brazo con gran fuerza. Ni bien cambió el semáforo, cruzamos la calle y fuimos al barcito ese, que está en la esquina. Me llevó al baño, y me sentó sobre el lavatorio. Fue en el instante en que el agua entró en contacto con mi piel, cuando realmente sentí el dolor.

Me dejó sentada ahí, esperando. Y mientras, ella fue a la farmacia más cercana a buscar algo con qué desinfectar y curar mi herida.

Todavía tengo la cicatriz.

Tempestad

Una tarde de primavera; oscura, gélida.

Yo, frente a la puera de casa, con el cabello desarreglado, húmedo; con mi piloto y mis botas escarlata.

Agitada.

Dubitativa.

Temía entrar.

Temía descubrir el peso de tus palabras.

Tomé la llave entre mis manos y la introduje en el cerrojo.

Respiré hondo.

Uno, dos...

El cielo tronó, desconcentrándome un momento.

Cerré mis ojos, y suspiré profundamente.

Tres...

Giré la llave, destrabé la puerta y, con cautela, la abrí lentamente.

Por unos segundos, me limité a observar las penumbras de la habitación sin dar ni un paso adelante.

Junté coraje, y entré.

Un silencio abrumador ensordecía la sala.

Otro trueno.

Esta vez, pude vislumbrar el destello del rayo que lo acompañaba en la ventana más cercana.

Ese pequeño hilo de luz iluminó por unos instantes la escena frente a mi.

Fue entonces cuando la tormenta llegó a mi alma.

Al contemplar la habitación abandonada, finalmente comprendí que ya no estabas.

miércoles, 29 de septiembre de 2010

Inter

¿Y si no quisiera soltarte? ¿Podrías escaparte?, le dije.

Ante mis palabras, se sobresaltó. Por unos segundos, un silencio un tanto perturbante se hizo presente. Fue como si el tiempo se hubiese detenido. Y ahí me di cuenta del peso de mis palabras.

Dudé.

¿Y si se enojaba conmigo? Estaba jugando, sí. Pero no podría negar que mi pregunta reflejaba mis verdaderos sentimientos en ese instante.

Ella, aún prisionera de mis brazos, se quedó inmóvil pensando. Finalmente, levantó su rostro y me miró a los ojos.

Intenté ver en su mirada alguna expresión que indicara molestia o enfado, pero la misma no comunicaba nada.

Sonrió; aunque no su habitual sonrisa enternecedora. Todo su semblante era desafiante.

-¿Es un reto?, me dijo.

Esa respuesta despertó en mí dos sensaciones: Tranquilidad, por un lado. Curiosidad, por el otro.

¿Qué haría, ella, para liberarse? Esperaba que forcejeara conmigo. Era la opción más lógica. Sin embargo, para mi sorpresa, no utilizó la fuerza bruta. Por el contrario, cada uno de sus movimientos fue suave y gentil.

Primero, sus brazos rodearon mi cuello. Lenta y delicadamente, su cuerpo se acercó aun más al mío. Me dio un cálido beso en la mejilla izquierda, y susurró unas dulces palabras a mi oído.

-Dulces palabras, me dijo.

Bueno, en principio fueron en broma, después en serio.

-Te quiero muuucho.

-Te quiero mucho. Te quiero mucho –repetí para mí.

Entonces, volvió a mirarme y sonrió, esta vez sí, su sonrisa enternecedora.

De pronto, dio un paso hacia atrás, y sus brazos se desprendieron de mi nuca. En su lugar, sus manos buscaron las mías.

Muy despacio, su mano derecha desprendió a mi mano izquierda de su cintura. Con la otra, levantó mi brazo derecho y, como una bailarina, dio una vuelta entera sobre sí misma dando un paso hacia atrás.

Y así, con gran elegancia, quedó en libertad, dijo de repente.

Hizo una reverencia. Y, cuando levantó la vista y me miró nuevamente a los ojos, su semblante dejaba ver una sonrisa pícara, idéntica a la de una niña traviesa.

Después de haberte robado una sonrisa, digo "adios, hasta la vista", sentenció.

Rió en voz alta, y yo no pude evitar acompañarla.

Se dio media vuelta, y empezó a alejarse.

Esperaba que se volviera hacia mí, pero ella siguió su camino como si nada hubiese pasado.

Qué injusta, pensé sonriendo.

viernes, 23 de julio de 2010

Nada

Me enfrenté a la página en blanco con una ferviente necesidad de escribir. Pero cuando intentaba poner en palabras lo que sentía, nada salía. ¿Qué era exactamente lo que quería decir? ¿Qué era exactamente lo que sentía? ¿y lo que quería hacer?

Miraba el reloj.

Miraba la pantalla.

Pensaba.

Intentaba concentrarme.

Pero nada.

Completamente bloqueada.

Entonces, empecé a anotar las ideas a medida que venían a mi cabeza.

Ésta es la última de esas líneas de pensamiento.

viernes, 2 de julio de 2010

Concepciones del yo (?) xD

Hablar acerca del "yo", tratar de comprender y poder definir cómo se forma o transforma nuestra identidad creo que es uno de los temas más interesantes que hay para pensar. Hoy estuve leyendo un libro para la facultad que mencionaba en algunas partes cómo la lectura podía influir en la configuración de la personalidad del lector; ya sea si lee una obra entera, unas palabras o sólamente una frase. Si logra llegar a su interior, a sus sentimientos, puede generar un cambio en el modo en que éste se concibe a sí mismo e interactúa con el mundo que le rodea.

Mientras seguía leyendo, me acordaba de algunas cuestiones que venía pensando hace un tiempo y de la opinión de un@s amig@s sobre el tema. Finalmente, me descubrí a mí misma encontrando una respuesta, que paso a desarrollar xD

Muchas personas piensan que se trata de un proceso en el que uno va descubriéndose a sí mismo, mientras que otras creen que el "yo" es algo que se construye o se relaciona con una propia percepción. En realidad, yo considero que se trata mas bien de un conjunto de 3 aspectos:

-Por un lado, se encuentran los factores externos e internos que, de forma consciente o inconscente, van configurando nuestra manera de ser, de pensar e influyen en el modo en que sentimos y nos comportamos. Las relaciones interpersonales y los diversos ámbitos en los que nos desenvolvemos dejan algo impregnado en nuestro ser que, en algún momento, se manifiesta.

-Por otro lado, está la imagen que cada uno tiene de sí mismo. En este aspecto incluyo tanto aquello que percibimos que somos, como lo que queremos ser y mostrar ante otros. Es decir, la personalidad que uno cree tener, que intenta proyectar, y la que desea alcanzar. Por ejemplo, una persona muy insegura puede desear llegar a tener determinación para tomar decisiones.

-La 3era. cuestión se relaciona con la imagen que las otras personas tienen de uno. En este caso en particular entra en discordia aquello que uno quiere proyectar o transmitir con lo que realmente demuestra. El problema se basa fundamentalmente en el hecho de que en la comunicación humana cada uno vé la realidad desde su propia perpectiva, y todo su "yo" interviene en la forma en que interpreta lo que el otro dice/hace. Esta disonancia que se provoca puede ser tanto positiva como negativa. Por ejemplo, una persona puede pensar que es mala, insensible o inútil, pero otra cree que está errada en su concepción ya que vé en ella actitudes, pensamientos, cualidades que quizás no son apreciadas o percibidas por el individuo en cuestión. O también puede darse el caso en el que uno le dice a alguien que lo quiere mucho y que le importa, pero su receptor no lo siente así.

En este caso, la respuesta a la pregunta de cómo es tal persona estaría en manos de aquella con la que se relaciona. Lo interesante es que no hay sólamente un "otro", sino que hay un grupo de "otros" con los que uno se vincula. Así, cada uno de ellos puede llegar a definirnos de diferente manera. Supongamos este caso: Fulanito puede tener una amistad íntima conmigo; la confianza que tenemos es tal que hablamos de cualquier cosa sin ningún problema. Ahora, a la vez, yo soy compañera de la facultad de Fulanita. Ella es una persona amable, simpática; alguien con quien me llevo muy bien y siempre nos juntamos para estudiar. Para mí, tenemos una relación simétrica. Sin embargo, ella quiere algo más que ser sólo mi compañera; ella quisiera ser mi amiga. Entonces, ella intenta acercarse y me cuenta cosas de su vida; abre su corazón. Pero como yo no me doy cuenta de eso, marco ciertos límites y pongo un muro invisible en el medio. Sea de forma consciente o no, establezco una diferencia en mi actitud para con uno y el otro.

Pasemos a pedirles a Fulanito y Fulanita que describan mi forma de ser. Él probablemente diga que soy una persona abierta, con la que se siente a gusto y puede hablar de lo que sea; ella, en cambio, va a decir que no soy muy sociable y que nunca comparto muchas cosas sobre mí.

Y entonces, ¿quién tiene razón?

¿Cómo somos, en verdad?

La respuesta a la que llegué es que no somos una materia homógenea; no tenemos un solo "yo". Va a haber ciertas características que sí van a constituir nuestra base, por decirlo de algun modo, y van a formar parte de nuestros "atributos" fundamentales. Pero, nuestra identidad no es única ni estática, sino que dentro de nosotros mismos, tenemos personalidades múltiples que constantemente se están reconfigurando. Esto, desde luego, no es algo patológico. Simplemente intento plantear que tenemos un "yo" "tripartito":

-Uno, que va a estar influido por nuestro entorno, que nos va a formar y a inculcar ciertos valores y creencias.

-Otro, que se relaciona con el modo en que nos percibimos, con lo que cada uno cree que puede hacer, y que es.

-Y por último, uno cambiante, que va a estar condicionado por la persona con la que uno se relacione. Dicha persona va a sacar lo mejor o lo peor de nuestro ser. Cualquier palabra suya, cualquier gesto, expresión o actitud va a influir en uno, va a hacer que responda o actúe de determinada manera y hasta quizás va a ser capaz de provocar que descubra un nuevo potencial: algo oculto que uno no sabía que "era", que podía sentir, pensar, o querer.