jueves, 2 de diciembre de 2010

3 años...

Hoy quería escribir algo, pero durante el día no pude mas que pensar en recuerdos tristes, feos. Y no quiero escribirlos.

Es interesante cómo funciona la mente, porque a veces un comentario nos hace pensar en algo que vivimos quizás en nuestra niñez. Cosas que ni sabemos que recordamos, pero que están guardadas en la memoria. Ahora, cuando uno intenta pensar algo al azar, pareciera ser que no tuviéramos recuerdo alguno.

Hoy quería escribir alguna anécdota feliz, pero me quedé encasillada pensando sólo en 3 cosas; esas que más extraño: su perfume, ese que sentía cada vez que me daba un cálido abrazo; el huequito de su sonrisa; y el beso de "hasta mañana, que sueñes con los angelitos" que me daba antes de ir a dormir. No son muchas más las que en este momento en particular recuerdo. Sí son más las que quisiera ver, escuchar, sentir una vez más, claro.

Ya van 3 años, mamá. Ayudame a seguir creciendo como hasta ahora ^__^

jueves, 30 de septiembre de 2010

Marcas

Tendría cuatro o cinco años.

Recuerdo que ese día había venido a este parque con mi mamá. Ella trabajaba en el hospital de ahí en frente, y a veces tenía que hacer trámites. Seguro que la había acompañado para algo así.

Antes era diferente esta parte. Había unos juegos para chicos; de esos en los que uno puede treparse subiendo una especie de escaloncitos, y en un lado tienen un tobogán, una especie de caminito, el tubo como el de los bomberos... ¿te lo podes imaginar? Estaba re bueno.

Me acuerdo que yo estaba jugando, y quería seguir. Pero mi mamá se quería ir. Y me repetía una y otra vez que nos teníamos que ir. Hasta que se cansó y me dijo "bueno, vos quedate jugando, yo me voy".

En el momento no le creí. Una vez más trepé por los escalones y desde arriba, giré mi cuerpo hacia ella y la observé.

-No se va a ir; no me va a dejar, pensaba.

Pero ella seguía caminando. Entonces, me afligí.

Le empecé a gritar que me esperara, que no se fuera.

No quería quedarme sola.

Ella seguía caminando.

-¡Mamá!


Bajé del juego, y empecé a correr tras ella.

Como iba viendo su espalda, no prestaba atención a dónde pisaba. En un momento, tropecé, y me caí. El suelo, al menos en esa parte, era de tierra. Así que voló bastante polvo.

Me acuerdo que levanté mi vista para ver si ella había notado que me había caído, pero no. Ella seguía caminando, alejándose de mí.

Rápidamente me puse en pie, y volví a correr tras ella.

Tengo impresa en mi memoria esa imagen, de su espalda alejándose. En su momento me parecía que se alejaba de mí con rapidez, pero en realidad me parece que iba caminando lentamente. Son distintas las percepciones de los chicos.

La alcancé recién cuando ella llegó al cordón de la vereda. Ahí se detuvo a esperar que cambiara el semáforo para poder cruzar la calle.

-¡No me esperaste!, protesté.

-Te dije que nos teníamos que ir, pero no me escuchaste; vos seguiste jugando sin darme bolilla, me contestó.

Y entonces noté algo extraño.

-Siento algo en mi pierna, dije.

Miré hacia abajo, y ví un hilo rojo que bajaba por mi rodilla izquierda.

-¿Pero, qué? Ma...

Con mi mano derecha toqué su brazo izquierdo, intentando llamar su atención.

-Ma, mirá, ¿qué...?

Recuerdo que su semblante cambió completamente. Una mezcla de enojo y preocupación invadieron su rostro.

-¡Te lastimaste!, gritó.

Me había cortado con un vidrio, y no me había dado cuenta.

Inmediatamente, me tomó del brazo con gran fuerza. Ni bien cambió el semáforo, cruzamos la calle y fuimos al barcito ese, que está en la esquina. Me llevó al baño, y me sentó sobre el lavatorio. Fue en el instante en que el agua entró en contacto con mi piel, cuando realmente sentí el dolor.

Me dejó sentada ahí, esperando. Y mientras, ella fue a la farmacia más cercana a buscar algo con qué desinfectar y curar mi herida.

Todavía tengo la cicatriz.

Tempestad

Una tarde de primavera; oscura, gélida.

Yo, frente a la puera de casa, con el cabello desarreglado, húmedo; con mi piloto y mis botas escarlata.

Agitada.

Dubitativa.

Temía entrar.

Temía descubrir el peso de tus palabras.

Tomé la llave entre mis manos y la introduje en el cerrojo.

Respiré hondo.

Uno, dos...

El cielo tronó, desconcentrándome un momento.

Cerré mis ojos, y suspiré profundamente.

Tres...

Giré la llave, destrabé la puerta y, con cautela, la abrí lentamente.

Por unos segundos, me limité a observar las penumbras de la habitación sin dar ni un paso adelante.

Junté coraje, y entré.

Un silencio abrumador ensordecía la sala.

Otro trueno.

Esta vez, pude vislumbrar el destello del rayo que lo acompañaba en la ventana más cercana.

Ese pequeño hilo de luz iluminó por unos instantes la escena frente a mi.

Fue entonces cuando la tormenta llegó a mi alma.

Al contemplar la habitación abandonada, finalmente comprendí que ya no estabas.

miércoles, 29 de septiembre de 2010

Inter

¿Y si no quisiera soltarte? ¿Podrías escaparte?, le dije.

Ante mis palabras, se sobresaltó. Por unos segundos, un silencio un tanto perturbante se hizo presente. Fue como si el tiempo se hubiese detenido. Y ahí me di cuenta del peso de mis palabras.

Dudé.

¿Y si se enojaba conmigo? Estaba jugando, sí. Pero no podría negar que mi pregunta reflejaba mis verdaderos sentimientos en ese instante.

Ella, aún prisionera de mis brazos, se quedó inmóvil pensando. Finalmente, levantó su rostro y me miró a los ojos.

Intenté ver en su mirada alguna expresión que indicara molestia o enfado, pero la misma no comunicaba nada.

Sonrió; aunque no su habitual sonrisa enternecedora. Todo su semblante era desafiante.

-¿Es un reto?, me dijo.

Esa respuesta despertó en mí dos sensaciones: Tranquilidad, por un lado. Curiosidad, por el otro.

¿Qué haría, ella, para liberarse? Esperaba que forcejeara conmigo. Era la opción más lógica. Sin embargo, para mi sorpresa, no utilizó la fuerza bruta. Por el contrario, cada uno de sus movimientos fue suave y gentil.

Primero, sus brazos rodearon mi cuello. Lenta y delicadamente, su cuerpo se acercó aun más al mío. Me dio un cálido beso en la mejilla izquierda, y susurró unas dulces palabras a mi oído.

-Dulces palabras, me dijo.

Bueno, en principio fueron en broma, después en serio.

-Te quiero muuucho.

-Te quiero mucho. Te quiero mucho –repetí para mí.

Entonces, volvió a mirarme y sonrió, esta vez sí, su sonrisa enternecedora.

De pronto, dio un paso hacia atrás, y sus brazos se desprendieron de mi nuca. En su lugar, sus manos buscaron las mías.

Muy despacio, su mano derecha desprendió a mi mano izquierda de su cintura. Con la otra, levantó mi brazo derecho y, como una bailarina, dio una vuelta entera sobre sí misma dando un paso hacia atrás.

Y así, con gran elegancia, quedó en libertad, dijo de repente.

Hizo una reverencia. Y, cuando levantó la vista y me miró nuevamente a los ojos, su semblante dejaba ver una sonrisa pícara, idéntica a la de una niña traviesa.

Después de haberte robado una sonrisa, digo "adios, hasta la vista", sentenció.

Rió en voz alta, y yo no pude evitar acompañarla.

Se dio media vuelta, y empezó a alejarse.

Esperaba que se volviera hacia mí, pero ella siguió su camino como si nada hubiese pasado.

Qué injusta, pensé sonriendo.

viernes, 23 de julio de 2010

Nada

Me enfrenté a la página en blanco con una ferviente necesidad de escribir. Pero cuando intentaba poner en palabras lo que sentía, nada salía. ¿Qué era exactamente lo que quería decir? ¿Qué era exactamente lo que sentía? ¿y lo que quería hacer?

Miraba el reloj.

Miraba la pantalla.

Pensaba.

Intentaba concentrarme.

Pero nada.

Completamente bloqueada.

Entonces, empecé a anotar las ideas a medida que venían a mi cabeza.

Ésta es la última de esas líneas de pensamiento.

viernes, 2 de julio de 2010

Concepciones del yo (?) xD

Hablar acerca del "yo", tratar de comprender y poder definir cómo se forma o transforma nuestra identidad creo que es uno de los temas más interesantes que hay para pensar. Hoy estuve leyendo un libro para la facultad que mencionaba en algunas partes cómo la lectura podía influir en la configuración de la personalidad del lector; ya sea si lee una obra entera, unas palabras o sólamente una frase. Si logra llegar a su interior, a sus sentimientos, puede generar un cambio en el modo en que éste se concibe a sí mismo e interactúa con el mundo que le rodea.

Mientras seguía leyendo, me acordaba de algunas cuestiones que venía pensando hace un tiempo y de la opinión de un@s amig@s sobre el tema. Finalmente, me descubrí a mí misma encontrando una respuesta, que paso a desarrollar xD

Muchas personas piensan que se trata de un proceso en el que uno va descubriéndose a sí mismo, mientras que otras creen que el "yo" es algo que se construye o se relaciona con una propia percepción. En realidad, yo considero que se trata mas bien de un conjunto de 3 aspectos:

-Por un lado, se encuentran los factores externos e internos que, de forma consciente o inconscente, van configurando nuestra manera de ser, de pensar e influyen en el modo en que sentimos y nos comportamos. Las relaciones interpersonales y los diversos ámbitos en los que nos desenvolvemos dejan algo impregnado en nuestro ser que, en algún momento, se manifiesta.

-Por otro lado, está la imagen que cada uno tiene de sí mismo. En este aspecto incluyo tanto aquello que percibimos que somos, como lo que queremos ser y mostrar ante otros. Es decir, la personalidad que uno cree tener, que intenta proyectar, y la que desea alcanzar. Por ejemplo, una persona muy insegura puede desear llegar a tener determinación para tomar decisiones.

-La 3era. cuestión se relaciona con la imagen que las otras personas tienen de uno. En este caso en particular entra en discordia aquello que uno quiere proyectar o transmitir con lo que realmente demuestra. El problema se basa fundamentalmente en el hecho de que en la comunicación humana cada uno vé la realidad desde su propia perpectiva, y todo su "yo" interviene en la forma en que interpreta lo que el otro dice/hace. Esta disonancia que se provoca puede ser tanto positiva como negativa. Por ejemplo, una persona puede pensar que es mala, insensible o inútil, pero otra cree que está errada en su concepción ya que vé en ella actitudes, pensamientos, cualidades que quizás no son apreciadas o percibidas por el individuo en cuestión. O también puede darse el caso en el que uno le dice a alguien que lo quiere mucho y que le importa, pero su receptor no lo siente así.

En este caso, la respuesta a la pregunta de cómo es tal persona estaría en manos de aquella con la que se relaciona. Lo interesante es que no hay sólamente un "otro", sino que hay un grupo de "otros" con los que uno se vincula. Así, cada uno de ellos puede llegar a definirnos de diferente manera. Supongamos este caso: Fulanito puede tener una amistad íntima conmigo; la confianza que tenemos es tal que hablamos de cualquier cosa sin ningún problema. Ahora, a la vez, yo soy compañera de la facultad de Fulanita. Ella es una persona amable, simpática; alguien con quien me llevo muy bien y siempre nos juntamos para estudiar. Para mí, tenemos una relación simétrica. Sin embargo, ella quiere algo más que ser sólo mi compañera; ella quisiera ser mi amiga. Entonces, ella intenta acercarse y me cuenta cosas de su vida; abre su corazón. Pero como yo no me doy cuenta de eso, marco ciertos límites y pongo un muro invisible en el medio. Sea de forma consciente o no, establezco una diferencia en mi actitud para con uno y el otro.

Pasemos a pedirles a Fulanito y Fulanita que describan mi forma de ser. Él probablemente diga que soy una persona abierta, con la que se siente a gusto y puede hablar de lo que sea; ella, en cambio, va a decir que no soy muy sociable y que nunca comparto muchas cosas sobre mí.

Y entonces, ¿quién tiene razón?

¿Cómo somos, en verdad?

La respuesta a la que llegué es que no somos una materia homógenea; no tenemos un solo "yo". Va a haber ciertas características que sí van a constituir nuestra base, por decirlo de algun modo, y van a formar parte de nuestros "atributos" fundamentales. Pero, nuestra identidad no es única ni estática, sino que dentro de nosotros mismos, tenemos personalidades múltiples que constantemente se están reconfigurando. Esto, desde luego, no es algo patológico. Simplemente intento plantear que tenemos un "yo" "tripartito":

-Uno, que va a estar influido por nuestro entorno, que nos va a formar y a inculcar ciertos valores y creencias.

-Otro, que se relaciona con el modo en que nos percibimos, con lo que cada uno cree que puede hacer, y que es.

-Y por último, uno cambiante, que va a estar condicionado por la persona con la que uno se relacione. Dicha persona va a sacar lo mejor o lo peor de nuestro ser. Cualquier palabra suya, cualquier gesto, expresión o actitud va a influir en uno, va a hacer que responda o actúe de determinada manera y hasta quizás va a ser capaz de provocar que descubra un nuevo potencial: algo oculto que uno no sabía que "era", que podía sentir, pensar, o querer.

martes, 8 de junio de 2010

El misterio de las lágrimas

Esa noche fue a su habitación, apagó la luz, se recostó sobre la cama, se tapó con las frazadas hasta cubrir su rostro, le dio play al mp3, y sólo entonces empezó a llorar. Las lágrimas florecieron de su alma sin control. No entendía bien por qué, pero sentía una angustia profunda en el pecho que la asfixiaba, que no podía soportar.

En la oscuridad de su cuarto lloró cómo hacia rato no lloraba; con un ritmo irregular, tratando de reprimir sus sollozos para que él no la escuchara.

No quería que él la escuchara. No quería que se preocupara por ella cuando la viera en ese estado de aflicción, ni que le preguntara qué le pasaba. Porque, ¿qué iba a responderle? Si ni ella misma sabía lo que le ocurría.

Lloraba por nada; lloraba por todo. O tal vez, en esos instantes, esa nada era más que su todo.

Lo cierto es que no podía parar las lágrimas que corrían por sus mejillas.

Es curioso cómo a veces no existen palabras que puedan explicar lo que a uno le sucede. Simplemente le pasa. Siente, sin poder describir qué.

martes, 1 de junio de 2010

Otra escena taciturna

Recuerdo claramente el sonido agitado de mi respiración. Recuerdo cómo el fuerte viento chocaba contra mi rostro y despeinaba mis cabellos.

No me acuerdo exactamente en qué estaba pensando, pero yo corría.

A pesar de la lluvia que me empapaba de pies a cabeza, corría y seguía corriendo con todas mis fuerzas. No me importaba nada más que llegar a la cima de la colina. Tal vez, porque pensaba que ella estaría allí… O tal vez porque tenía la certeza de que así sería.

-Esté o no esté ahí, por favor que no esté sola.-pensaba.

Quería encontrarla, pero deseaba fervientemente que no estuviera sola. La posibilidad de que así fuera me oprimía y me hacía sentir muy intranquila.

Corrí y corrí. Mis pisadas, cada vez más fuertes y apresuradas, resonaban contra el anegado sendero.

Entonces, llegué.

Y ahí la ví.

Tal como pensaba, ella estaba sentada en su "lugar especial". Debajo del árbol de flores violáceas, mirando hacia la ciudad. Sin llorar. Sin reir. Contemplaba la escena, con una mirada ausente.

Me quedé observándola por unos segundos, hasta que finalmente notó mi presencia.

Cuando sus ojos se cruzaron con los míos, no me pude detener. Volví a correr, como antes, hacia ella. Me agaché y la envolví en un intenso abrazo.

Y mientras el cielo seguía tronando, ella, finalmente empezó a llorar.

jueves, 20 de mayo de 2010

No te encadenes más

Dime, niña, dime qué hacer.
Cuando las palabras no alcanzan,
y te veo tan mal,
yo no sé cómo actuar.


Me dices que soy especial
y detestas tu identidad.
Pero, ¿cómo te hago comprender
que no soy yo la singular?


Suelta a tu ángel rebelde,
aquél que te hace sentir mal;
ese que atenta contra tu estima
y no te deja progresar.


¡Suéltalo, suéltalo ya!
Dale libertad a tus alas
y comienza a volar.
¡Descubre tu potencial!


Eres una persona única
y una amiga leal.
Hoy quiero darte las gracias
por tu aceptación incondicional.


Con esta mera poesía,
espero hacerte llegar
un abrazo, un te quiero
y un mensaje primordial.


No prives al mundo de tu sonrisa,
ni de tu cálida personalidad.
No te encierres en vos misma;
cautiva de la soledad.


¡Arriba ese ánimo!
¡Comienza a brillar!
Hoy puede ser un hermoso día;
¡no lo dejes pasar!

domingo, 16 de mayo de 2010

Nocturna

Cerré mis ojos, y soñé.

En mi ilusión estabas a mi lado.

Sentados los dos en el banco de una plaza, rodeados del colorido paisaje que dibujaba esa tarde otoñal, contemplábamos el ocaso. Cada uno, inmerso en sus propios pensamientos, disfrutaba de la compañía del otro.

Estabamos juntos; felices.

En un momento, tu cuerpo se volteó hacia el mío, y me miraste. Como siempre, ví mi rostro reflejado en tus ojos –mi cielo, mi mar; dos luceros que me mantenían prisionero.

Noté que una brisa suave mecía tus oscuros cabellos.

Noté también que sonreías; esa irresistible y cálida sonrisa que yo tanto amaba. Ví tus labios moverse, articulando unas dulces palabras que hoy me duele recordar, y ví cómo tu cara se iluminaba de felicidad al compartirlas conmigo.

En mi fantasía, yo también sonreía y estiraba mis manos para intentar abrazarte.

Pero entonces, el ruido de la sirena me sobresaltó, e instintivamente abrí mis ojos.

El telón se levantó. Y la realidad hizo su aparición.

Yo seguía sentado en el piso, apoyado contra la pared del cuarto, con tu carta en mi mano derecha, ya empapada de lágrimas.

Oscuro; estaba muy oscuro. Aún así, las luces de la ciudad que se filtraban por la ventana dejaban ver la escena con claridad.

Levanté mi vista con gran pesar, y vi rojo: en las paredes, en el suelo. Rojo. Seguí recorriendo cada rincón de la habitación con mi mirada, hasta que te encontré. Inmóvil, tu cuerpo yacía a pocos metros de mí.

Y entonces hice algo que no debí haber hecho. Gateando, me acerqué a tí y te volteé hacia mí. Te estreché entre mis brazos y, como en mi ensueño, te miré. Quise ver, una vez más, mi rostro reflejado en mi cielo, pero no pude. Tus ojos estaban cerrados. Busqué tu sonrisa, y tampoco la encontré. Tu cuerpo entero estaba teñido en granate.

Náuseas. Me daba náuseas contemplar ese escenario.

Sentí unos golpes fuertes.

¡PUM! ¡PUM! ¡PUM!

Hasta que alguien derribó la puerta.

Entonces, sentí pasos apresurados, decididos; pasos que se acercaban cada vez más hasta donde estábamos.

Un oficial me tomó por los brazos y me apartó de tu lado.

Varios policías y personas con rostros que no podía reconocer ni identificar se acercaron a tí. En su semblante podía notar una mezcla de rencor, preocupación e interrogación.

-¡No!

¡Yo no quería que te tocaran! Pero mi represor no me dejaba moverme, y me alejaba cada vez más del lugar.

Todavía sigo sin poder comprender qué fue lo que ocurrió esa noche. Lo único que sé con seguridad es que ese funesto día perdí mi mar, mi luz, mi todo. Y nunca más lo volví a ver...

viernes, 23 de abril de 2010

La rueda

Gira, gira; la rueda del carruaje gira. En su ensoñación, recorre el sendero teñido de tonos verdosos, cobrizos y amarillentos, e imagina que avanza. Ella se siente dueña de sí misma y ama incuestionable de los caminos que transita, del cantar de las aves y el crujir de las ramas que la acompañan.

Pobre infortunada, es la pequeña ilusa. No advierte que no es ella la que se desplaza.

Gira, gira; la rueda del carruaje gira. Aunque sueña que viaja, su posición no varía.

En su incesante órbita no le es posible desafiar la cruel realidad.

Una y otra vez, la rueda del carruaje vuelve a girar. Pero de su eje, no ha de escapar jamás.

viernes, 16 de abril de 2010

Adios... ¿amor?

-Ella no lloró, -pensé.

-"Lo nuestro no da para más, es mejor que terminemos"

Tantas veces repetí en mi mente la escena, preocupado por no poder elegir las palabras adecuadas, alarmado por su posible reacción. Tantas veces; y, en cada uno de los factibles escenarios que yo había tejido, ella terminaba llorando: en algunos, un río de lágrimas corría por sus mejillas mientras se daba vuelta y se iba corriendo lejos de mí; en otros, su miraba de desprecio y sus insultos desgarraban con fuerza el alma del monstruo en que yo me había convertido para ella con mi "traición". Y yo, siempre, intentaba consolarla, calmarla o convencerla de que era la mejor decisión; de que todavía la quería, pero que mi cariño no era suficiente para continuar; de que no había otra, sino que simplemente estaba cansado de nuestras peleas, harto de sentirme aprisionado continuamente, y necesitaba un tiempo para mí. Ella me asfixiaba. O al menos, eso creía.

Aún así, yo, yo la conocía mejor que nadie. Sabía que la iba a lastimar. Sabía que no iba a saber entender mis razones, y que iba a persistir en su idea de que lo intentáramos nuevamente, de que nos diéramos otra oportunidad. Yo lo sabía. Por eso intentaba definir cuál era la manera más sutil -pero clara- de decírselo. Temía su reacción ante mis hirientes palabras y, al mismo tiempo, quería que sufriera lo menos posible.

Yo estaba seguro de que iba a llorar. Pero me equivoqué.

Esa tarde en la que finalmente confesé mis verdaderos sentimientos y le puse un punto final a nuestra historia de amor, ella no lloró. Ella no me miró con desprecio, ni con dolor. Mientras yo hablaba, ella me escuchaba. Y al terminar mi monólogo, no dijo nada. En el mismo silencio que mantuvo durante mi discurso, se levantó de su asiento, dejó sobre la mesa el dinero para el café que había tomado, me dio la espalda, y -acto seguido- salió de la confitería como si yo no existiera, como si nada hubiera pasado.

Fueron apenas unos pocos segundos, pero yo los sentí como interminables minutos. Al verla partir, al darme cuenta de que se alejaba para siempre de mí y de que me iba a olvidar como se olvida todo aquello que es despreciable e intrascendente, sentí una puntada en el pecho.

Quise correr tras ella. Quise detenerla y preguntarle lo que sentía, lo que pensaba, y no me decía. Quería que me dijera por qué no había llorado ni se había enfadado, como yo imaginaba que iba a hacer. Su indiferencia tajante me devastaba.

Al verla partir, me percaté de que lo que en realidad quería era tener la certeza de que yo le importaba. Necesitaba un empujón suyo que se empecinase en hacer funcionar nuestra relación una vez más, un empujón que me demostrara que valía la pena.

Quise correr tras ella y detenerla; pero no pude hacerlo. Ya había soltado su mano; yo mismo la había apartado de mí, y ahora tenía que dejarla ir.

Ese día fue el último día en que supe algo de ella.

Esa mirada de desinterés total y su espalda alejándose de mí fueron lo último que vi. Porque quise ir tras ella, pero no pude moverme.

Me quedé estupefacto, repitiendo para mí "ella no lloró, ella no lloró".

sábado, 20 de marzo de 2010

¿A dónde van los sueños cuando mueren?

Esta cita me apareció en una aplicación del facebook, y me interesó mucho. Me puse a meditar, pues, y salió esto:

Si por un instante me pusiera a pensar, la respuesta automática sería que "escapan de la realidad" y que "dejan de existir cuando la persona que los tiene despierta o los abandona por alguna razón". Se podría decir que ellos mismos se sumergen, de alguna forma, en un sueño supremo, un sueño eterno. Pero luego, no tardaría en preguntarme: "¿qué es la realidad? ¿Puede un sueño "morir"? ¿Y cuándo vive? ¿Por qué lo hace?" La palabra es tan simple, pero a la vez tan abarcativa...

Sueño y realidad parecieran, a simple vista, contradecirse. Mientras que la primera es una compañera irrefutable de la fantasía , la segunda, la realidad, pareciera desenvolverse en otro marco – "el mundo verdadero/el mundo empírico"; el nuestro. Así, somos nosotros los que le damos su razón de existir; ya sea cuando estamos dormidos o cuando, despiertos, imaginamos. Cada vez que recordamos algo preciado que guarda nuestra memoria, cada vez que proyectamos en la mente nuestros más íntimos anhelos para el presente próximo o el futuro cercano, en cierta forma estamos soñando. Y tal sueño, es nuestro. Nuestro, y de nadie más. Mientras no dejemos que se desvanezca, nos va a acompañar.

Dicho esto, yo cuestiono: ¿los sueños -per sé- no existen? ¿Cómo podrían "morir" si no "vivieran" de alguna manera? ¿Qué pasa, entonces, cuando alguien dice que "sus sueños se convirtieron en realidad"? ¿Se trata de un oxímoron sin sentido?

Yo creo que los sueños se manifiestan en su propio horizonte: lo que para nosotros es territorio de la fantasía, para ellos es su realidad. Ergo, cuando éstos se alcanzan, se abandonan o cuando el consciente los devora, a nosotros nos da la sensación de que mueren. Para mí, más que perecer, sufren un traslado: son abstraídos de su dimensión irracional (en la que desaparecen) y desembocan por la fuerza en un universo distinto –el que para nosotros es el único "real".

jueves, 4 de marzo de 2010

Ese instante

Hay ocasiones en las que me afecta un sentimiento de soledad; sin importar en dónde esté ni con quién, me invade un "vacío" y siento que algo me falta.
En otros momentos, sin embargo, anhelo esa soledad. Quisiera poder escaparme y sentarme abajo de un árbol, en un parque, o en cualquier lugar en el que no me rodee nada más que el verde y el celeste de la naturaleza.
Sola.
Y así, poder sentir el sonido de mi respiración, del agua correr, de las aves cantar y de la brisa; de ese vientito suave que acaricia las mejillas y hace que crujan las ramas y hojas de los árboles.
Sola.
Un momento único, para mí.
Un momento mío, y de nadie más.
Lástima que no siempre es fácil encontrarlo...

jueves, 18 de febrero de 2010

Sujetada

Busco algo que no puedo encontrar
y, aunque no sé con seguridad de qué se trata,
lo deseo con mucha ansiedad.


Pero es un sentimiento inconstante,
pues no siempre me avasalla;
¿por qué soy tan bipolar?


En ocasiones, mi optimismo me sobrepasa;
y llena de expectativas, metas y de esperanza,
me sumerjo en incontables quimeras.


Mas cuando las sombras exigen obediencia,
todo aquello que me falta
demanda su presencia.


Es en esas circunstancias
en las que la soledad, el temor y el hastío
se arrebatan de mi ser.


Desganada, desanimada
y con un indescriptible anhelo de "huir",
me encuentro aprehendida a mí.


Aunque trate de no pensar,
no lo puedo evitar.
Y aquello que tanto ansiaba
de pronto no tiene importancia.


Querer y no querer van de la mano,
como dos inseparables hermanos.
Ultimamente, yo me siento en el medio,
tratando de disociarlos.


Llego a un punto en que nada es trascendente,
o así pareciera ser.
Quizás sólo sea un vano intento de evasión.


De cualquier forma, no me aguanto más.

lunes, 8 de febrero de 2010

Mi dulce tentación

Su aroma me atrae,
su color me seduce,
pero su sabor... su sabor me aprisiona.


De una tonalidad escarlata
me envuelve su esencia;
y con cada mordida,
me mantiene cautiva.


¿Qué será lo que me hace sentir
esta aceptación incondicional?
Fiel devota de sus encantos,
me las devoro sin pensar.


Con crema o sin crema;
con azúcar; como sea,
yo las mitifico
por su delicia.


Y aunque me hagan daño,
frutillas, se los digo:
¡cómo las adoro!

lunes, 18 de enero de 2010

Esa bendita melodía!

Suena tu teléfono celular.

Lo primero que te preguntas es "¿uy, en dónde lo dejé?", e intentas recordar cuándo fue la última vez que lo usaste o qué ropas llevabas.

Dejas rápidamente lo que estabas haciendo y comienzas a moverte, tratando de encontrarlo.

Sigues sigilozamente el sonido de la melodía seleccionada y, de repente, te transportas a tu niñez.

"Marcoo" gritabas; "poolo" te respondían.

Te vas acercando, a cada paso dando una pisada más desesperada, tratando de llegar a tiempo -antes de que corten.

" Pero ¿quién será?" -te preguntas. Sabes que nadie te llama, y menos a esa hora...

Sigues caminando, pensando en el jardín, en la primaria...

"Frío, frío, tibio, tibio..."

Y para cuando finalmente llegaste, "click".

Cortaron.

" Pero si no tardé tanto! Esta gente que corta enseguida..." -murmuras.

Tratas de ver quién llamó, pero claro... Tu telefonito tiene una tecnología tan obsoleta y le agarran tales histeriqueadas que sólo identifica las llamadas que se le antojan; posiblemente las que podrías llegar a "descifrar" sin gran dificultad.

Entonces te quedas quieta, tratando de decidir qué hacer.

"Cortó rápido; seguro llama de nuevo..." -deduces.

Y así, decides esperar a que vuelva a sonar esa detestable melodía.

1 minuto, 2 minutos...

"Ya va a llamar..."

3 minutos...

Desistes.

"No sería importante".

Y vuelves a realizar lo que estabas haciendo.

Pero no termina ahí; ¡¿cómo podría?!

Sabés perfectamente que tu aparatito te detesta tanto como lo detestás vos; y no es necesario mencionar que lo único que hacía falta era que te alejaras lo suficiente, para que volviera a sonar.

Por un instante no puedes más que quedarte protestando en silencio.

Pero enseguida, vuelves a dejar todo, y vuelas a atender.

Esta vez sabes en dónde está el móvil, por lo que llegas a tiempo.

Atiendes.

"Hola?"

Nada.

Esperas.

Y de pronto comienza a sonar otra melodía infernal, y sientes una voz que dice "aguarde un instante, se le transferirá una llamada"

"..."

Esperas.

*Melodía*

Esperas.

Sientes que conecta la línea.

Y cuando estás a punto de hablar, "click".

Se vuelve a cortar.

Es entonces cuando comienzas a elaborar en tu cabeza una lista con todas las probabilidades.

Pero no necesitas pensar demasiado; sabes que reconoces esa voz que te dijo que aguardaras un instante.

Seguro que era propaganda.

Por poco te llevas media casa puesta; y todo, para nada.

Y ¿para qué? ¡Si ya sabías que a vos nadie te llama!

viernes, 15 de enero de 2010

River flows in you

Cuando escuché este tema del pianista Yiruma, lo 1ero que hice fue ver si tenía letra xD Me encantó esta melodía, la verdad; es hermosísima. Pero bueh, la cuestión es que busqué, y encontré una que no me gustó (xD). Y me dije "por qué no la escribo yo?" xD
En fin, traté de situarme en lo que le pasa a un pj de un libro y, después de un par de días intentando escribirla, terminé con esta versión:

Hoy estoy aquí otra vez
pensando en tí.
Porque aunque trate de olvidar,
tu recuerdo viene a mí.


Es que en mi memoria
sigue viva todavía
tu mirada, tu perfume,
tu piel y tu voz.


Yo ya no soporto el vacío de tu ausencia
y esta presión en el pecho que me quiebra.
Si estuvieras conmigo
quizá no sentiría este frío
que congela mi existencia.


No puedo evitar imaginarme qué habría pasado
si te hubiera conocido en otra época,
con otro nombre;
en otras circunstancias,
quizás me hubieras querido... más.


Siento que fuimos peones
en este juego de amor,
y que no pude vencer
al destino que nos separó.


Y sé que no podré tenerte a mi lado nunca más,
que lo nuestro no puede ser.
Cómo (me) duele este amor...


Yo ya no soporto el vacío de tu ausencia
y esta presión en el pecho que me quiebra.
Si estuvieras conmigo
quizá no sentiría este frío
que congela mi existencia.


En todo mi ser fluye como un río
un veneno que exige a gritos tu presencia,
que me intoxica, que me atormenta,
que me destroza poco a poco y con gran fuerza.


Ya no sé cómo describir con palabras
este sentimiento desgarrador,
que me inunda de tí.


Mejores amigos fuimos una vez,
hoy nada somos.
Y te extraño.
Y te amo.
Aunque sea en sueños, ven y acompañame/a mí.


Te esperaré.